Manos cansadas
que huis del derrumbe
adscrito a la palabra ciega,
ignorad la bruma que
parpadea en mi Voz
y no cejéis en vuestro
verso.
Encended las farolas
que alumbran mi mente,
y dejaros llevar por su luz, allí
donde el deseo es
memoria
donde la palabra es
misterio
que transita
se expande
y se refleja, libre,
ajena a la oscura
incertidumbre
de mi universo.
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